jueves, 2 de junio de 2016

DESAPEGO



Hemos visto que el anclarse al pasado nos pasa la cuenta en el cuerpo. El pasado está ahí y no cambiará jamás. Incluso ahora la reciente lectura del párrafo anterior ya es parte del pasado. Y eso no se puede cambiar. El pasado no se puede alterar. Está ahí y no se moverá. Lo único que puede alterarse es el efecto que puede tener en cada cual.


Y el pasado tiene una connotación bien interesante, y es que en él hemos aprendido todo lo que somos, lo que sabemos, lo que conocemos. Y entonces, lo que hace el pasado es condicionarnos a lo que conocimos. El pasado es el que nos hace buscar la seguridad en todo lo que emprendemos, porque hemos aprendido a buscar la seguridad, como consecuencia del miedo que tenemos al futuro, que es otro comportamiento aprendido. La vida se nos presenta siempre como una amenaza. Si queremos saber cómo somos debemos buscar nuestro pasado, para ver qué aprendimos en él, qué creencias tenemos y por qué las asumimos como verdades.

En el pasado aprendimos a ser como somos. Aprendimos a ser apegados, a no soltar. Y ello nos lleva al dolor agudo de sólo saber que habremos de soltar lo que llevamos. La avaricia es uno de los defectos principales que producen este estado de nuevo equilibrio, con la enfermedad.

El desapego por el contrario se basa en la incertidumbre total. Pero en la incertidumbre con fe. Con certeza que lo que necesitemos nos será provisto.

La incertidumbre es opuesta a la seguridad. Y, como hemos visto, la sociedad actual persigue le seguridad a cualquier precio -tanto es así que uno de sus símbolos es la sepultura en el Parque del Recuerdo, la que hay que comprar en vida. Pero lo que se persigue es la seguridad material. Y la persona que busca la seguridad se hace esclavo de la búsqueda, porque la seguridad no llega jamás, porque es basada en la conciencia de carencia, es decir, en la conciencia de que no alcanza para todos ni para todo, entonces aunque las alforjas estén a punto de descoserse se va a sentir inseguro, va a sentir que va a faltar mañana.

La seguridad es una ilusión. No existe. La búsqueda de la seguridad es un apego al pasado, a lo que aprendimos, a lo único que conocimos. Y he ahí que está lo que aprendimos, las creencias que tenemos y que nos condicionan. Y como estamos entonces en el pasado no podemos avanzar proyectándonos hacia el futuro. La seguridad es una ilusión. No existe. Pero paradójicamente nos esclaviza a lo que ya pasó.

Lo opuesto a la seguridad es la incertidumbre. Lo opuesto al apego es el desapego.

El desapego es libertad absoluta. Pero no la libertad del anárquico o del asceta. No es la libertad del desposeído ni la del marginal. Es la libertad del que crea, por el simple goce de crear. Es la libertad del que vive el presente haciendo el mañana, habiendo dejado atrás el pasado que a otros fuerza a repetir comportamientos gastados y resultados ya probados.


La seguridad busca que las cosas no se escapen de los cauces. La incertidumbre lleva a la aventura, a la creación, a la experimentación. Y eso alegra el espíritu.

La incertidumbre es experimentar la fe, en que todo lo que necesite me será provisto. Y es más, sabré que lo que me sea provisto es lo que necesito, aunque la provisión se vea a los ojos de alguno como esmirriada o escuálida.

Y cuando hablamos de desapego no solamente hablamos de cosas materiales. El desapego también tiene que ver con las relaciones.

El desapego no significa no poseer bienes. No, el desapego significa que no existe temor a no tener esas cosas mañana. Significa no depender de esas cosas, ni tampoco de esas personas, para poder desarrollar el potencial interno en el mundo, para poder ser feliz en la vida. Desapego es vencer el temor, y dejar que se desarrolle nuestra creatividad al máximo, para ir creando minuto a minuto el futuro, sin mirar hacia atrás, para no convertirnos en estatua de sal.

Ese estado de ánimo que se conoce como depresión, que es en realidad un conjunto de síntomas físicos que se manifiestan como consecuencia de ciertas emociones, principalmente la pena profunda, es la muestra más patente del apego, del miedo a perder, del miedo a soltar. Cuando comprendemos que nuestra provisión será todo lo abundante que pueda ser, conforme a cómo podamos abrir las alas de la fe, y que con su batir hará que se genere la creatividad que irá en aumento constante, habremos comenzado a vivir en el desapego. Quien sale de la depresión ha avanzado un escalón en el camino al desapego.

“Para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado."

“Es grande el poder que se deriva de todo esto. Tan pronto como renunciamos al interés por el resultado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el temor y en la inseguridad –y la necesidad de sentir seguridad emana del desconocimiento del verdadero yo.”

Por eso, aprendamos que las posesiones a veces no son más que cadenas invisibles, pero apoyadas por facturas o escrituras en el conservador, que nos atan por el miedo a postes vivos firmemente enraizados en el suelo, que ha sido alimentado con el agua del temor. Vivamos la vida con alegría, que merece ser vivida. Creemos el futuro, que nos está esperando.

Podemos gozar el camino de ir hacia el futuro, sin tener la vista fija en la meta, sino que recorriéndolo con regocijo, disfrutando del paisaje, de sus gentes, de sus instantes. Podremos así ir aprovechando las oportunidades que se nos presentan para ser felices.

Disfrutemos el desapego!


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